15 de septiembre de 2008

La increíble historia de la partera curiosa


Cuenta el Protoevangelio de Santiago (capítulo XX) que una tal Salomé, amiga de la partera que José había buscado para echarle un cable a su esposa en el trance del alumbramiento (aunque luego no hiciera falta, porque los nacimientos milagrosos tienen sus propias maneras de discurrir), dudó de la historia sobrenatural que su amiga la partera le contaba. Eso de que una chavala pariera y siguera siendo virgen no le cerraba en absoluto.

Total, que a esta Salomé, que debía de ser más bruta que un arao, se le ocurrió, para comprobarlo (textualmente) "introducir su dedo en la naturaleza". Esto de los eufemismos es tan antiguo como el hambre. Ante tamaña herejía, entraron en juego las fuerzas incognoscibles y Salomé se le quedó la mano chuchurría; bueno, "carbonizada". Después de mucha imprecación y rezo hacia el cielo, un angelico le recomendó que cogiera al niño en brazos, que era terapéutico. En ese momento, la mano se curó.


Cuenta también Pseudo Mateo (XIII, 3-5) la misma historia, mucho más pormenorizada. Es más divertido: te dice el nombre de la otra parturienta, Zelomi, que entra la pobre toda profesional y le pide a la chica que la permita "palparla" (hay que ponerse en el lugar de la comadrona: raro es el parto en que no se te raja hasta el ínterin, y era cuestión de valorar daños) y se queda alucinada porque la tía está intacta y el niño limpito, limpito.

En esta versión Salomé tampoco se lo cree y quiere comprobarlo ("Permitte me ut palpem et te probem utrum verum dixerit Zelomi") pero se le "seca" la mano. Además, el efecto terapéutico del niño se extiende a los pañales, que con sólo rozarlos le apañan el desbarajuste.

En la Cátedra de Maximiano tenemos el espisodio en marfil. La moraleja, aparte de "no tengas dudas de fe o se te secarán las cosas" es, evidentemente, "no hurgues con el palo". Ah, no, leches; eso era un sketch de Cruz y Raya... "No hurgues, en general".

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