10 de febrero de 2009

Ñam Ñam

Tengo el orgullo de presentarles la prueba de que en el siglo catorce ya existían los frikis que idearon el Vampiro. Sí, sí. Esto es un relieve del trascoro de la Catedral de Toledo, donde vemos a un señor que engancha a otro de los pelos mientras le mete un bocao en el cuello de alucinar.



Slurp, slurp, ¡qué rico!

Sí. No es coña. Es Caín cargándose a Abel. Oh, colegas cainitas: ya tenéis una prueba tangible para vacilar a los incautos. Vosotros, escépticos que estáis esperando ver el truco, os aviso de que no lo hay: la iconografía tiene ciertas cosas inexplicables. No, no me estoy confundiendo de escena: está en su sitio, justo antes del entierro de Abel, justo después del cabreo de Caín.

¿Que raya un huevo? Claro. Es lo bueno de ésto. El subnormal del código da Vinci no tenía ni puta idea: el filón no está en que cristo se tirase a la Magdalena, sino en el vampirismo del hijo de Adán.

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