25 de febrero de 2010

Ficción en el horizonte

Las pinículas con héroes, hostias como panes, épica y guitarras chungas en el tráiler le solucionan a uno el fin de semana y coadyuvan en el noble arte de soltar adrenalina por vía empática. Si además tienen bichos variados con garras y cosas y dientes y hay sangre y las galletonas van espada en mano, tienes una dosis de anti-realidad inhibe-reflexiones que relaja que te cagas en estos tiempos de preocupaciones contínuas y tomas de decisiones transcendentales. Traduzcamos: las pelis de domingo por la tarde se han convertido en mi prioridad a la hora de ocupar pantalla, que para ver historias de pensar y comprobar las jodiendas de la vida mejor miro el saldo de mi cuenta bancaria con la tarjeta del paro en la mano, que voy a llorar igual y además de forma más auténtica.

Así que estoy deseando que saquen este pack de lo anteriormente citado aderezado con la ventaja de que sé cómo termina, puedo deleitarme sacando comparaciones con la versión antigua y además indignarme, si me apetece, con las patadas al mito original que les haya apetecido meterle a los guionistas.



Luego tenemos otra versión que cuenta con la ventaja de las hostias, y con la que uno se puede meter vía adaptación histórica. Realmente me toca el pie que lleven escudos normandos, las cotas de malla se entrelacen en cadeneta o a punto de cruz o el conde X se hubiera muerto en el momento de la acción, pero es por dar por saco. Lo que de verdad importa es que sale Russel Crow desventrando gente, y eso junto a la banda sonora augura un bol de palomitas que se puede nadar dentro.



Finalmente, lo que parece un despropósito apocalíptico que probablemente no aporte nada útil a la existencia humana, aparte de un ratejo de entretener. Sólo por la abuela, oiga, habrá que echarle un ojo...


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