30 de octubre de 2011

Y el mármol se hizo carne II


Decíamos ayer que el Borghese estuvo encargándole cosicas a Bernini en su primera época y echándole un ojo a los frutos de su trabajo. Junto a Eneas y a Proserpina, mientras estaba cincelando a Apolo y Dafne, de las manos de Bernini salió David.


Te voy a meter un cantazo en el entrecejo que vas a flipar, mozo

Se lo encargó el cardenal Montalto, pero se murió al poco. A Scipione, le entusiasmó tanto que dedió quedársela y le hizo parar con Apolo para continuar con ella.

Estamos en 1626. Aquí tenemos un problema. Recordemos de Michelangelo ya había esculpido su David de tamaño respetable, así que se le planteaba el reto de, como mínimo, igualar su calidad. Estamos hablando del mismísimo Michelangelo, no de Ambrosio el fontanero: la lucha está servida.

Bernini se va al momento siguiente al que capta Michelangelo y afronta la dinámica del tiro. Acción. Detalla exquisitamente cada músculo contraído, la expresión del rostro concentrado, y no se olvida del arpa en el suelo, vinculando al personaje con las artes. Es un estudio minucioso del sobre la tensión y el esfuerzo del cuerpo humano, resuelto con una solvencia que asusta. Pone a la escultura en el mecanismo secuencial entre pensamiento y acción, y consigue resolverlo, quedándose tan ancho.


Apolo y Dafne (1623-25).


Estamos en plena Contrarreforma, y hacer un paralelismo de la virtud de Dafne con la virginidad de la Virgen venía bastante al pelo. Otra vez tenemos un conjuntazo que hace al personal perder los pololos al contemplarlo, y no es para menos. Más allá de la perfección en las texturas, que se veía venir con la cabra y aquí se luce en el paso de la piel de Dafne al laurel, la composición es una maravilla terrible. El ímpetu ascensional curvo, como de columna salomónica, es brutalmente barroco.


En 1623, el Papa que tenemos en Roma es un Barberini. El hombre era colega de Scipione y, por extensión, de Bernini, así que gracias al enchufe tendrá la oportunidad de recibir los encargos más importantes de Roma: alcanzará la plenitud del desarrollo profesional. Se dice que Bernini tenía acceso a las habitaciones privadas del Papa y se paseaba por allí como Pedro por su casa, y se contaban su vida   en fascículos. Mantened esto en mente cuando hablemos de Bernini en Francia...

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