31 de agosto de 2008

Incertidumbre



Vamos a hablar no de Caspar David Friedrich (que era gótico pero él no lo sabía, así que se le engloba en ese cáncer para la historiografía que se denomina romanticismo y nos hace olvidar que las etéreas damas medievales se morían de parto, olían mal y daban cobijo a cienes de piojos) sino de la incertidumbre. No hay pintura capaz de ilustrar el concepto mejor que ésta.

Como el gato muerto/vivo de la caja de cartón, por mucho que la niebla oculte las rocas picudas y los abismos puede que sigan ahí. Puede que al caminar flotemos, o que la niebla sea sólida, o que nos hostiemos, o que se vuelva de colorines, o vaya usted a saber qué. El truco está en discernir entre las posibilidades más factibles.

A todos nos gustaría flotar, pero va a ser que nos vamos a meter una hostia del quince contra las rocas picudas que, escondidas en la niebla, sabemos que están ahí. Hijas de puta. Aun así, cruzaremos, porque no nos sabemos estar quietos. Cruzaremos con cuidadito, rezando para que haya betadine en algún lugar. No hay nadie en la niebla. No hay voces en la niebla. Sólo es poética en ese mundo irreal llamado arte en el que el vulgar ser humano puede tratar de ser mejor que en realidad.

Soñad, porque la realidad fuera de la literatura y los lienzos es, mayormente, una mierda maloliente, donde existen los piojos y la gente no flota. Se hostia. Y duele.

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