25 de agosto de 2008

El estandarte de Ur


En mi primera asignatura de doce créditos de la carrera me encontré con el Estandarte de Ur. Una era pequeña, inocente e inexperta, y lo de mirar las medidas de las cosas lo pasaba por alto. En la grandiosa diapositiva aparecían dos paneles de lapislázuli y concha en taracea con mármol, uno dedicado a la paz y otro a la guerra.

La palabra "estandarte" te evoca, por ejemplo, el de las Navas de Tolosa, una peazo banderola que te da para hacerte un par de edredones. No me cuadraba a mí demasiado que un cacho de mármol incrustado de ese tamaño se pudiera llevar a modo de estandarte, amos, que pesaría un huevo y sería bastante poco operativo. Mas, como aún me creía lo que decían los profesores, yo me creí a pies juntillas lo de "estandarte".

Tiempo después, y con un libro decente entre las manos, me enteré de que lo de "estandarte" fue una teoría que soltó el arqueólogo que lo descubrió, pero que igal podía ser parte de un instumento musical (me imaginé un órgano mosntruoso tipo catedral pero en sumerio) o un mueble (que se me representó en la imaginación como un armario de tres cuerpos). Además, estaba tan hecho polvo que lo de ahora es una "reconstrucción".

Después se me presentó la oportunidad de ir a Londres. En el British Museum lo encontré. Tras haber departido con la Piedra Rosetta y haber visto los relieves de Nínive, estaba yo babeando esperando ver un estandarte del copón, o un cacho de trozo de peazo de armario.

Qué decepción.

Mi "estandarte" era tamaño folio. ¡Tamaño folio! ¿Qué estandarte de mierda tiene el tamaño de un sello, que no se pueda ver sino con prismáticos? Eso sí, muy mona la taracea y todo lo que tú quieras, pero se me cayó un mito a los pies. Igual que la cabra de al lado, toda la vida pensando que era una cabra tamaño natural y resulta que es un chihuahua de oro y lapislázuli.

A veces, el tamaño importa...

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