9 de octubre de 2009

San Miguel

Alguna vez ha salido el coleguilla San Miguel en mis juicios finales varios. Es un personaje curioso, pluriempleado y chupacámara, que iconográficamente da bastante juego por sus variadas aficiones y vestimentas.

Para empezar, es arcángel. Mayormente es el jefazo de las huestes celestiales y la peña tiene una curiosa tendencia a representarlo rubito, barbilampiño y con cara de lila, sobre todo en el rococó, donde le plantan una armadura lucecuádriceps de colores pastel con faldellín que hace parecer decorosa a una mamachicho. No suele salir sólo ahí de general posando; generalmente, va unido a su otra faceta divertida: el control de plagas, es decir, el exterminio de luciferes variados.


Mira: te puedo reventar el hígado con mis sandalias doradas
y acertarte en el ojo con mi arma
sin despeinarme ni perder el glamour.


Es muy divertido verlo en las sacra conversazione departiendo con santorulicos varios mientras clava, indolentemente, su lanza en la cabeza del bicho infernal que tiene a los pies, departiendo animadamente con una santa que lleva sus pechos en una bandeja o un lánguido san Sebastián (otro al que ya meteremos mano) casi en bolas, atado a un palo y atravesado por quince o veinte flechas. Sí, el gore no es nada nuevo.

Su otra ocupación principal es la de pesar almas (psicostasis) combinada con la de recibir muertos y conducirlos a donde deba (psicopompo), atribución que en otros tiempos tuvieron Hermes y Anubis (que imagino le dieron un cursillo cuando llegó al negocio, ya que es el último).

Este breve inciso sobre el colega viene para introducir la pregunta que lleva unos días febriles recomiéndome: ¿Por qué le dedican las iglesias en sitios tan raros y, en definitiva, a tomar por culo?

Todos conocemos el Mont Sant Michel, que tiende a convertirse en isla periódicamente y que debe de ser el peor sitio del mundo para padecer de reúma, pero no es nada comparado con la Sacra San Michele...



...que está encima de un puto monte al cual se sube por un caminito de los tiempos de Carlomagno, donde atendían peregrinos (después de hacerlos subir hasta allí) y en el cual todo el mundo tenía el culo prieto porque si querías andar más de tres metros ya había que subir escaleras. Supongo que la localización ahí arriba tiene un cierto aire de control del territorio, que guarda relación con atalayas militares, y de ahí quizá lo de dedicárselo a San Miguel.

Para ver fotos de sanmigueles variados y hacer un barrido iconográfico propio, un blog genial.

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