24 de agosto de 2010

Cosas que sorprenden en Barcelona: asfixia autoerótica


Qué sugerente imagen de lo que parece ser una señora con manos de avezado labriego refocilándose con una la entrepierna y agarrándose el gaznate con la otra. Cuán sugerente imagen de placer, si no fuera porque se trata de Eva tapándose las vergüenzas entrepiernarias al conocer su desnudez tras haberse atragantado con un cacho de fruto prohibido que tiene medio atascado en la garganta.

Es lo que tiene el estar machacado, que se ve de pena


Al otro lado del capitel, situado en una bombonera románica escondida en pleno Raval barcelonés con polilóbulos en su claustrico, vemos a Adán haciendo lo mismo. Está un poco más hecho polvo, pero se ve.


No dejemos de apreciar lo bien que se ha criado la serpiente, que debe de ser un cruce entre anaconda y diplodocus, por lo que podemos ver. La cuestión es que esta representación del momento pecado original con los implicados llevándose la mano al cuello no es rara, pero lo de tener la otra tan evidentemente pegada al adminículo es más raro.


Sin embargo, el tema debió calar hondo, porque en Santa María del Pino, en un lateral, nos encontramos esta escena más bestia si cabe: Eva, con las patas bien abiertas, mete ahí la mano como buscando el recoveco, crunchi-crunchi. Cualquier mente perversa pensaría lo mismo, hombre...

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