15 de septiembre de 2011

San Zeno: puertas



Este iglesión en Verona es una burrada románica de las buenas. Más allá de su arquitectura propiamente dicha, que ya es una gozada con su mármol, su techumbre de madera, su pórtico y sus naves, cuenta con unas puertas que son dignas de sus dos horas de contemplación.

Para empezar, son de bronce (con alma de madera, eso sí) y han llegado al siglo XXI (se fechan en torno a 1100) sin despeinarse apenas. Parece un dato irrelevante, pero hemos de recordar que los trabajos medievales en bronce, igual que sus compañeros más antiguos, tendían a terminar fundidas en guerras y crisis varias cuando había necesidad de metal, y son pocos -para el volumen de obras que había- los que han llegado hasta nosotros. Además, sus formas románicas sobrevivieron a ese periodo peligrosísimo de tiempo en lo que algo es viejo y pasado de moda antes de ser antiguo y digno de ser conservado, lo cual ya es un logro.

Como son "feos", la perspectiva es "abstracta y no tiene colorines ni "redoraos", a las personas humanas no les llaman la atención, siendo la joya que son. Aquellos que las ven aburridas, una lámina verde oscuro con burruñicos que quieren parecer señores, no tienen ni idea de lo que costó hacerlas en su momento, del misterio de las manos que las hicieron, su extraña afinidad con formas alemanas. Son casi altorrelieves, siendo Hildesheim el único precedente más o menos directo; el resto de obras semejantes coetáneas que se sepa en el mismo material y a ese tamaño no pasan de estar más o menos incisas. No me canso de reivindicar el arte medieval, por mucho que a la gente no le guste y les llame más la atención un retablo rebozado en gurullos y volutas barrocas, o un monstruo neoclásico con columnas que gritan que tienen el fuste más grande que nadie. Su búsqueda de formas y las respuestas que van encontrando nos hablan de un camino de descubrimiento fascinante que vale mucho la pena contemplar.

Por cierto, comer en una terraza en esa misma plaza contemplando la fachada de la iglesia de fondo no tiene precio.


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