11 de enero de 2012

La Calumnia


Si hay algo que me congratule de la naturaleza humana es que, mayormente, nos enfrentamos a los mismos problemas desde que inventamos un lenguaje mediante el que comunicarnos y con él sus trampas e inconvenientes. Como muchos bípedos con circunvoluciones inquietas han sentido la necesidad de gestionar dichos problemas por medios creativos además de a hostia limpia (o no tan limpia), mirar atrás y encontrar  la chunguez existencial reconvertida en arte me inocula un poco de aprecio por mi especie. 

Sandro Botticelli, un pintor majo bastante blandito en su primera etapa, que pintaba señoras lineales de carita dulce ya fuera disfrazadas de vírgenes o de personaje mítico femenino, aquí cambia de tercio y se vuelve hacia un tema ya representado por Apeles (el pintor griego, no el cura de la tele) y descrito por Luciano y posteriormente por Alberti. Apeles desarrolló su pintura como manifiesto/venganza por las mentiras contadas por su rival Antifilo al rey Tolomeo Filelfo. Botticelli lo retoma oportunamente después de ser puteado por las habladurías en su contra vertidas en los oídos de Pedro de Médicis.

Vamos, que un milenio separa ambas historias y el ser humano seguía (y sigue) igual.

Pasamos a la representación. Luciano la cuenta muy bien, así que vamos a ello:

“A la derecha está sentado un hombre con largas orejas, casi como las de Midas, desde lejos tiende  su mano a la Calumnia que avanza. Cerca de él, dos mujeres, probablemente la Ignorancia y la Sospecha. Por el lado opuesto se aproxima la Calumnia bajo la forma de una mujer extremadamente bella, pero con la cara inflamada, muy excitada, como bajo el influjo de la ira y el furor; en su mano izquierda lleva una antorcha encendida, y en la otra arrastra de los cabellos a un joven que levanta los brazos al cielo y toma a los dioses como testigos. Su guía es un hombre pálido, feo, de mirada penetrante, que parece extenuado por una larga enfermedad. Se puede admitir que es la Envidia personificada. Otras dos mujeres además acompañan a la Calumnia, la animan, le arreglan sus vestidos y su cabello; a decir del guía que me guiaba, una era la Acechanza y la otra la Perfidia. Tras de ellas marcha una mujer con ropa de gran duelo, los vestidos negros y en jirones: es, se me recuerda, el Arrepentimiento; al menos vuelve la cabeza llorando, levantando los ojos con extrema confusión hacia la Verdad que se acerca".

Ahí queda eso.



Texto de Luciano extraído de YARZA, Joaquín; Fuentes para la Historia del Arte I, Madrid, 1997, pp. 99-100.

1 comentario:

¡Dime cosicas bonicas!