28 de noviembre de 2012

Se armó el Belén III: La mula y el buey

A raíz de lo que ha publicado el colega Papatine, alias Benedicto XVI, y aprovechando que se nos echa el Adviento encima, considero oportuno echarle un ojo a estos simpáticos ungulados ficticios que tan bonicos quedan cuando ponemos un Belén y, de paso, hablar un poco de la naturaleza humana.


Mu.


Yo veo a un cachorro en un pesebre y me lo como.

Este escrito y su correspondiente revuelo mediático han provocado que se evidencie una vez más el poco conocimiento que tiene la gente de nada y de historia de la religión cristiana con sus subdivisiones en particular. Y es chocante, porque es evidente que mucha de esa gente que ha salido en la tele opinando sobre la mula y el buey habrá sido bautizada y, mayormente, dirigirá su vida bajo las pautas morales cristianas que ha mamado toda su vida y no se ha cuestionado jamás, como por qué los curas no pueden casarse si San Pedro, primer Papa, tenía suegra. Cuando te pones a contar entresijos de la historia de la Iglesia la gente flipa. Eso de estar abonado a una religión y no tener ni idea de qué va a mí me alucina, pero me alucina aún más no querer tener ni idea de qué va por si no me gusta lo que descubro y siento que he estado toda la vida haciendo el panoli. Humildemente creo que es mejor reconocer que has hecho el panoli por desconocimiento y remediarlo que hundirte en la ceguera autoinducida, pero allá los terrícolas con sus nudos mentales.

Pero bueno, nosotros a lo que nos interesa: ¿De dónde salen estos bichos? ¿Por qué están ahí?

En los Evangelios canónicos no existen. San Mateo pasa por encima del nacimiento sin hacer mención y San Marcos y San Juan empiezan directamente con el Bautista berreando en el desierto. San Lucas, que es más divertido, cuenta la Visitación y otros episodios previos y nos comenta que acostaron al niño en un pesebre. Y ya. No dice nada de animalicos.

Si yo soy un señor pintor/escultor del siglo V, por ejemplo, y me cuentan esa historia y me dicen "ahora vas y la representas", como tengo la artisticidad subida probablemente escuche "pesebre" y piense "hum, pues un pesebre en una ferretería sería raro, así que me imagino que la mujer estaría en un establo" Y, ¿qué hay en un establo? Animalicos de carga variados. La inferencia es una herramienta infravalorada. Es una posibilidad de cómo empezó todo. Pero se nos olvida que lo de reducir los evangelios canónicos a esos cuatro es, como quien dice, de anteayer. Tenemos que echarle un ojo a los Apócrifos, que daban mucho más juego a la hora de representar y todavía eran legales cuando se establecieron las bases iconográficas de la Natividad.

En el Protoevangelio de Santiago, que mira que dice cosas, sólo sale un "asna" en la cual iba montada María y que acaba en la cuevecica con ella cuando se pone de parto. En el Liber de infantia salvatoris nos sueltan todo el rollo de la partera, pero no hay animales. Tampoco en el Evangelio árabe de la infancia, ni en el armenio (que es especialmente tronchante con las travesuras del niño Jesús). ¿De dónde se sacó quien fuera que había ahí un par de bichos?

Finalmente, en el Pseudo Mateo, nos colocan los dos cuadrúpedos y nos explican por qué hay que ponerlos, en el capítulo XVI: "[...] salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclinó al niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: <<El buey conoció a su amo, y el asno el pesebre de su señor>> [...] En lo cual tuvo cumplimiento lo que había predicho el profeta Habacuc: <<Te darás a conocer en medio de dos animales>>"

¡Claro, hombre! Los otros evangelios, cual guionistas de Lost, habían dejado abierta la trama de los profetas, sin dar una solución satisfactoria a esas profecías. Llega Pseudo Mateo, que se merece un Globo de Oro, y arregla el guión con una cosa sencilla, fácil y para toda la familia. Ya está.

Para más información navideña, os emplazo en los dos capítulos anteriores de Se armó el Belén (con La Virgen y San José). También podéis pasar un buen rato contemplando neonatos divinos (los de Masaccio son bastante especiales), pensando qué os traerán los Reyes Magos y conociendo la nunca bien ponderada historia de la partera.

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