9 de junio de 2008

Colorín Colorado


Señoras y señores, toquemos pues hoy un tema controvertido que al pobre Wincklemann (por ejemplo) le habría puesto los mismísimos de corbata. Vamos a hablar de policromía.

Los amantes de lo clásico, renacentistas varios y neoclásicos estirados entre ellos, admiraban profundamente esa "serenidad" del mármol griego, esos órdenes en tibia calma que habían sobrevivido al paso de los siglos. ERROR. Templitos varios después, evidencias de policromía echaron al traste esa imagen idílica y calmada de decoro antiguo: incluso el Partenón lucía chillones azules y rojos sangre junto con amarillo canario.

No sólo los templos debían su esplendor al titanlux: las estatuas fundidas en bronce (la mayoría hoy convertidas en cañones o vaya usté a saber) llevaban su capita de pintura y sus pelos rubios y sus morros colorados; en Roma, las copias en mármol de estos originales en bronce solían sufrir suerte parecida. Además, les ponían ojos inquetantes de cristal, que parecían casi verdaderos. Te miraban.

No queda ahí la cosa. Fue a partir del IXI cuando nos volvimos unos sosos y nos inventamos una mesura artística a base de grises y superficies planas imitando un clasicismo que nunca fue tal. En la misma Edad Media, una época que a estos señores neoclásicos les provocaba úlcera de estómago (y a bastantes renacentistas también), los colorines eran INDISPENSABLES. Las catedrales como las vemos ahora, tan blanquitas o grises, no eran así: toda escultura iba con sus correspondientes brochazos, sobre todo en las portadas. En Amiens, que es la repo**a con patatas por razones varias, han hecho un estudio cojonudo. Comparad, hermanos, comparad. Incluso, para no irnos tan lejos, a la Colegiata de Toro me remito.



¡Luz, color! ¿De qué época oscura me estáis hablando? Te podías morir de caries y de disentería, pero no eran an absoluto unos amargados condenados al granito gris y al techo de paja. Vámonos a las iglesias románicas, ejemplifiquemos con las catalanas, Tahull y demás, que parece que las conoce más gente. Las paredes, cuajadas de frescos: colores. Una cosa es no poner ventanas para no congelarse en los responsos de invierno y otra montar una celda de aislamiento, oigan. La situación extrema de tener que picar y encalar la pared en época de peste es causa de fuerza mayor, y normalmente terminaban pintando de nuevo encima. Otra faceta: manuscritos miniados y coloreados. ¿A quién no se le han caído los palos del sombrajo al ver un beato mozárabe?



Y ya no sólo entre cristianos anda el juego, pequeños: Si se le echa un ojo al arte islámico, la importancia del color vuelve a ser capital. ¿Os suenan esos botecitos de marfil exquisitamente tallados con ataurique y figuritas, o esas cajas con escenitas también de marfil, viva la eboraria? Pues no eran blancas. Nain. Rojo, dorado, verde, ahí relumbrando. Jamás se dejaba el material visto. Y lo extiendo a artesonados, yeserías (¿dejar el yeso ahí blanco todo soso? ¿De qué vais? ¡estuco de colores a la voz de ya!) y arquitecturas varias.

Se nos ha enseñado, por la inercia de las lumbreras que sacaron conclusiones a partir de la desaparición de los colores, un aburrimiento artístico, una serenidad y un equilibrio falso, de tal manera que ver esto como era nos choca: hemos mamado una belleza en función de la cual no fueron creados, igual que pasa ahora con las mujeres y las palos flacoréxicos curtidos. Parece como más "romántico", más "guay" (léase todo en tono peyorativo, por favor) ver el muro con las piedras una encima de otra ahí, a huevo. No, señores: una cosa es el acueducto de Segovia, que tiene los pedruscos al aire porque no le queda otra, y otra es esa puta manía que tienen los restauradores de dejar las iglesicas (románicas y góticas sobre todo, pero no se libran las mudéjares) como un jodido merendero, picando el encalado. ¡Que llevaban revestimiento por algo, mamón! ¡Que así no se estropeaba la piedra!

Así que tened mucho cuidado con el Summa Artis y demás libricos del siglo pasado. Pensaron mucho, nos allanaron el camino y dejaron constancia de muchos cachos que las urbanizaciones y los pantanos se han llevado por delante. En cosas de arte también avanzamos, gente, y no porque lo dijeran Lessing o Gomez Moreno va a misa, aunque suela ser así.

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