23 de junio de 2008

El niño lector

Hoy lo he visto en un programa absurdo de la tele. Un crío que se la leído 144 libros este año, prefiriendo la fantasía épica y aprovechando cualquier rato libre para sorber páginas.

El padre, diciendo que habían empezado a racionarle la lectura.

¿Estamos tontos? ¡Déjale en paz! Mientras sus coetáneos se dedican a videojuegos varios (con algún que otro valor educativo), a pegar carreras detrás de un balón o a sacarse los mocos delante de la tele, esta promesa infantil está adquiriendo vocabulario, aprendiendo a usar puntos y comas y a poner tildes: un bagage subliminal que le dará puntos gratos cuando pise la universidad. ¿Qué problema hay? Gordo no estaba, así que no se le puede acusar de estar echando tripa por no jugar al fútbol. ¿Que no se está "socializando"? Ahí ya me tocan los cojones.

Hay infancias e infancias. Ser niño es, básicamente, soñar. Da igual que sueñes pegando brincos en el parque que sumergido en las páginas de un libro. Lo que aprendes de experiencias ajenas en la letra impresa es un arma a utilizar en el futuro, cuando la realidad te meta una patada entre las cejas.

Dejadle leer, ahora que puede, antes de que las responsabilidades le coman la vida. Decía que quería ser conserje, para tener más tiempo para leer. No está mal como plan vital.

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