12 de julio de 2009

El Museo Diocesano de la catedral de Lugo

Es virgen.

Es decir, los criterios de musealización-didáctica no han hollado su ingenua disposición. Encontrámonos con dos señores, ¿canónigoa jubilados?, en la puerta, que nos venden las entradas y nos indican que subamos por la escalera: el grueso del museo está en las tribunas. Las tribunas, hijos míos. ¿Qué persona humana que ha estudiado algo de arte medieval no humecta ante la perspectiva de pasearse por una tribuna?

Encontramos una raccolta de objetos colocados bajo criterios de "madre": las vírgenes con las vírgenes, los platos del Papa con los platos del Papa, las inscripciones visigodas en pizarra debajo de la ventana, y los cipos romanos aquí abajo que son muy feos. Aquí en el hueco de la torre, monedas y billetes, un coso con bayoneta y todo aquello "pagano" que no sabemos dónde meter.

Un lujito. En la puerta, abajo, un cartel te sugiere que visites el museo, porque "podrás ver objetos de gran valor artístico y religioso". Cierto es que entre vírgenes estofadas y angelicos hidrópicos carcomidos hallas un crismón en mármol blanco de la roma de calidad orgásmica, por ejemplo. Tesoros ocultos...

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