16 de julio de 2009

Final de viaje



Véase una bombonera prerrománica de planta de cruz griega que casi me hace serle infiel a mi querida Melque. Sogueado en las impostas, juego de volúmenes delicioso, sarcófago de santo, capiteles/fustes/basas reaprovechadas en un espacio exquisito de recogimiento eremítico en mitad de la nada.

Santa Comba de Bande.

Más allá de los datos que pueda dar, un porcentaje de la gracia de estos sitios es la señora/persona humana que te los abre y te los enseña. Lo de llamar y que te salga una señora very typical que es, a sus tataitantos años, capaz de distinguir a la gente que sabe de la que no mediante el método empírico, y de poner verdes a restauradores varios, es un lujo.

Santa Comba ha salvado el día, después del chasco de Santa Eufemia (un coso mozárabe escondido que no hemos logrado que nos abrieran), la colegiata de Xunqueira (que como estaba el señor que lo enseña de vacaciones no nos lo han abierto, aunque digo yo que abrir y cerrar una puerta no debe de ser tan difícil, leches) y Allariz (sin comentarios). Celanova, a pesar de la capilla de San Miguel, mi cosita mozárabe preferida, no me ha impresionado tanto, aunque es como para comprársela.

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