14 de diciembre de 2010

Cosas que me ponen berraca


1. Etruria. Todo lo que huela a etrusco ya sean urnas cinerarias, tumbas, terracotas, broncecillos variados, pinturas cachondas llenas de ternura, antefijas o esos pedazo de trabajos de orfebrería, me llaman hasta ese punto en que lamerías la vitrina. Quién sino ellos iba a tener una chuleta fegatiana para interpretar las entrañas animales:



...y, quién sino ellos, iba a ser capaz de conseguir que al morirse quedase la estela de lo sentido rodeando las formas delicadas de algo tan prosaico como pudiera llegar a ser la terracota:


2. La eboraria. Romana, bizantina o islámica, y encantada de encontrar cualquier otra tendencia que se haya encargado de excavar en el sórdido fruto de la caza salvaje, los trabajos de eboraria me hacen cruzar las salas museísticas como si me llamasen a gritos. Por cierto, no es por joder pero iban policrimados hasta las trancas, una vez más.

3. La orfebrería antigua, medieval y como cojones quieras llamar al periodo histórico de enmedio, no tanto la renacentista y pegando un salto de espanto, también las joyas del Art Nouveau. Esto es otro nivel. Puede provocar ahogos en el pecho. Desde los trabajos romanos a las arquetas medievales, pasando por todo el corpus visigótico, esa vitrinita de todo museo arqueológico donde encuentras el fruto del trabajo del sórdido metal y piedra en bruto hasta convertirlo en materia doblegada portadora de belleza.
Si además viene con carga simbólica, como las coronas de los yayos, ya es la repanocha.


El tesoro de Guarrazar, o "cómo cojones hemos llegado hasta aquí"

Y si encima se combina con esa técnica impagable que es el esmalte, es hora de ir sacando el frasquito de sales y el abanico, porque el paraflús puede ser inminente.


La Pala D'Oro y su influencia bizantina. Hasta una Choni se enamoraría de ella.

4. Bernini. Sin comentarios.



5. La musivaria. Por si no he tocado el tema poco aquí, me reafirmo: dame un puñado de teselas bien colocadas y los pelos, no ya como escarpias, bien podrás ser utilizados de perchero.



6. El textil. Con un cachito de tejido rodado bizantino, un samito de sarga o un cacho de almohadón sacado de la tumba de un señor muerto, ya la hemos hecho. Temiéndome estoy el día en que pueda aparecer por Burgos y atacar el museo de telas de las Huelgas.

Con todos ustedes, el pendón de las navas. Yo me lo llevaba a casa...

7. El ataurique. Si hay algo capaz de solucionar la sequía de la huerta murciana es ponerme delante de un panel de decoración vegetal islámica entrelazada, sinuosa, palpitando entre sus tiernos vástagos y las hojas carnosas mientras se extiende perezosamente por una pared, acariciándola delicadamente. Si no humectas, no eres humana.



8. Coadyuvantes. No quisiera yo dejar de mencionar esos espacios arquitectónicos que por unas cosas o por otras son capaces de evocarte y de hacerte sentir, ni los tímpanos llenos de historias a medio adivinar con los señores encodrijados, ni los relieves asirios, que molan un puñao; pero esos elementos anteriores son elemento seguro para acabar con sonrisa orgásmica. Oiga, a otros les pasa en el Prado, de todo tiene que haber en esta viña...

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